Artículo de Tulio Hernández
publicado en 27 de agosto de 2008 en el diario El Nacional / Caracas
La ciudad huérfana
Una de las pruebas del abandono paulatino del que Caracas ha sido víctima en los últimos años puede encontrarse en el hecho de que su cumpleaños, el que se debía celebrar según la historia oficial y la tradición urbana todos los 25 de julio, pasa cada vez más inadvertido y que la Semana de Caracas ya ni siquiera se menciona.
Más allá de cualquier otra consideración, los cumpleaños son una excelente oportunidad para que las personas celebren la existencia de algo o de alguien y expresen así sus afectos, su orgullo o su reconocimiento. Esa es su función primordial.
En el caso del cumpleaños de las ciudades, en donde esta tradición subsiste, es una oportunidad de reforzar el sentido de pertenencia de sus habitantes, revisar la historia distante y la cercana, y reforzar en lo posible una cierta visión de futuro. Por ejemplo, todos los que fueron testigos, y la documentación existente lo refuerza, hablan del impacto que produjo la celebración del cuatricentenario de Caracas en el año 1967, oportunidad en la que se produjeron, además del espectáculo multimedia conocido como Imagen de Caracas, discos, libros, investigaciones y conciertos dedicados a recrear y reconocer la ciudad y su historia. Como testimonio del evento por allí queda “Doña Cuatricentenaria”, una pieza que compuso Aldemaro Romero para la ocasión.
La celebración del aniversario se mantuvo con bastante entusiasmo hasta mediados de la pasada década, la de los años noventa del siglo XX, cuando la celebración –la Semana de Caracas– comenzó a desvanecerse debido al hecho de que tanto la Gobernación de Caracas como la Alcaldía de Libertador, las instituciones tradicionalmente responsables de producir el evento, fueron deshaciéndose de dicha responsabilidad.
Probablemente porque una vez que se aprobó en 1989 la elección directa de alcaldes, la gobernación comenzó a ser una figura anacrónica que no tenía verdaderas funciones rectoras en la ciudad, y la Alcaldía de Libertador apenas representaba una parte, importante es verdad, pero minoritaria dentro de la vasta metrópoli en la que se fue convirtiendo la ciudad capital.
Con la creación en el año 2000 del Distrito Metropolitano de Caracas y la elección, por primera vez, de un alcalde metropolitano, muchos creímos que la ciudad por fin iba a encontrar o a recuperar una autoridad central que se hiciera responsable de fijar un sentido de futuro común y de coordinar las acciones de las distintas instancias de gobiernos que convergen y en algunos casos se solapan en su territorio: las cinco alcaldías –Baruta, Chacao, El Hatillo, Libertador y Sucre– más las figuras del Distrito Capital y del estado Miranda en donde se asientan cuatro de las cinco alcaldías.
Pero no fue así. Tanto por algunas debilidades y ambigüedades presentes en la ley que determinó la creación del Distrito Metropolitano, como por la falta de voluntad política, o tal vez por una débil comprensión del importante e histórico papel que podían tener para revertir el futuro de la ciudad, los dos alcaldes que hasta ahora hemos tenido, Alfredo Peña y Juan Barreto, se han ocupado de muchas cosas, desde atender las mascotas de los habitantes de los barrios hasta homenajear a los caciques indígenas, pero en ningún momento de la principal tarea que la ley les asignaba: coordinar el funcionamiento de los gobiernos de la ciudad y diseñar una carta de navegación para un futuro compartido, el Plan Urbano Metropolitano.
Salvo un tímido esfuerzo de la Alcaldía del Municipio Libertador, este año, otra vez, el aniversario de Caracas volverá a pasar inadvertido. Los medios seguramente, como quien hace una tarea repetitiva, publicarán una que otra noticia sobre la fecha, reseñarán otra vez los grandes problemas de la ciudad, celebrarán algunos de sus monumentos o entrevistarán a algunos de sus expertos.
Pero el entusiasmo y el esplendor que alguna vez tuvimos por estos días no lo volveremos a encontrar hasta que la ciudad consiga, en el que debería ser su organismo rector, la Alcaldía Metropolitana, una voluntad política y una comprensión profunda de su sentido capaz de re-encantar a los caraqueños con su ciudad y cambiar el rumbo de la metrópoli que marcha aceleradamente camino del despeñadero.
A casi ocho años de existencia de la Alcaldía Metropolitana la ciudad está huérfana y no tiene quien le cante.
Autor: venezolano